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Reflexiones basadas en el mensaje de la Virgen del Rosario del Pozo



Por el Dr. Ricardo Ramos Pesquera Presidente Internacional de la Misión Virgen del Rosario del Pozo Inc.

Hoy no es un día rutinario que simplemente marcamos en el almanaque; es un grito urgente al alma. Hace 72 años, la Virgen del Rosario del Pozo emergió en nuestra historia con un mensaje que aún retumba:

  “Es la hora en que, por no responder a mis advertencias, las profecías comienzan a cumplirse. Hijos míos, hijos nuevos, protéjanse debajo de mi manto y vivan en mis virtudes.”

 Estas palabras, pronunciadas con la firmeza de quien conoce el designio divino, no fueron un susurro pasajero, sino un mandato eterno. Hoy, esa línea trazada en nuestro primer encuentro cobra más fuerza: no podemos celebrar una fecha sin preguntarnos qué hemos hecho para que su pedido se haga realidad.

 El peligro acecha porque, pese a que esta aparición coincidió con momentos trascendentales y difíciles para el pueblo de Dios, muchos han  caído en la comodidad.

 Han  convertido un llamado celestial en una simple conmemoración. Y mientras tanto, las profecías —esas mismas que la Virgen nos advirtió— ya se despliegan en el mundo: guerras, injusticias, corazones endurecidos, condenación eterna.

Pero no estamos desamparados. El Padre, desde la eternidad, confió a María la misión de interceder por nosotros; y el mismo Cristo en la Cruz la confirmó: “Mujer, he ahí a tu hijo… He ahí a tu Madre” (Juan 19:26-27).

Bajo su manto, hallamos refugio, pero ese refugio no es para holgazanear: es para fortalecernos y salir a la batalla espiritual.

Hoy, la alegría de los frutos obtenidos en 72 años debe mezclarse con una profunda autorreflexión... ¿Hemos vivido con esmero, fidelidad y virtud la parte que nos corresponde? ¿O hemos permitido que el sopor de la rutina apague el fuego de la misión? Cada uno de nosotros juró una entrega total; ahora es tiempo de evaluar si ese juramento se ha traducido en obras de amor, oración encendida , servicio generoso en pos de Dios y los demás.

La Virgen del Rosario del Pozo no nos ofrece ilusiones vanas. Nos exige coraje: “No teman”, nos dice, y esas palabras deben retumbar en nuestra carne y en nuestro espíritu. No hay excusas: la fe sin obras está muerta (Santiago 2:17). Si vivimos en sus virtudes y nos consagramos con corazón de apóstol, aplacaremos la furia del enemigo y veremos el triunfo definitivo de la Misión.

Que hoy, al alzar la mirada bajo su manto, no celebremos un rito vacío, sino que renovemos interiormente nuestro “sí”. Que cada oración sea un latido de esperanza, cada acto de caridad un testimonio vivo, cada palabra compartida un eco de su mensaje. Así, las profecías se verán frustradas por la fuerza de nuestra conversión, y el Reino de Cristo crecerá en cada corazón.

" Luz y fuerza, fe y amor, misticismo en el alma, recibe el abrazo de María "

"Ven y descubre... conecta tu conciencia en unión mística con lo divino"
 

Este 72 aniversario de la aparición de la Virgen del Rosario del Pozo, nos invita a reflexionar sobre un momento crucial en nuestra historia de fe y amor. En 1953, muchas almas valientes entregaron noches sin dormir, soportaron el sol ardiente y la lluvia, en un acto supremo de sacrificio y devoción. Ellos comprendieron que el amor verdadero exige entrega, que la fe sin sacrificio carece de fuerza, y que en el esfuerzo y la entrega encontramos la verdadera conexión con Dios.

Hoy, más que nunca, necesitamos restablecer ese orden sagrado establecido por nuestro Padre Celestial. La Biblia nos recuerda en Romanos 12:1:

"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."

El sacrificio, el amor en acción, es la vía para renovar nuestro espíritu y volver a la senda que Jesús nos enseñó: el amor sacrificado, el amor que da sin esperar nada a cambio.

En estos tiempos en los que parece que todo se obtiene con facilidad, la verdadera grandeza radica en el esfuerzo, en la entrega, en la perseverancia. La Virgen del Rosario del Pozo nos llama a despertar, a recordar que la unión con lo divino requiere compromiso y sacrificio personal. Solo así podemos transformar nuestras vidas y nuestras comunidades, construyendo un mundo donde el amor, que es igual a sacrificio, sea la fuerza que todo lo mueve.

El momento es ahora. El primer paso es llegar al Santuario el 25 de mayo de 2025, desde las 10:30 am. No solo tú, sino todos los que puedas invitar, porque en la unión de corazones, en la entrega sincera, reside la verdadera fuerza. Como nos enseñó Jesús en Juan 15:13:

"Nadie tiene mayor amor que este, que uno dé su vida por sus amigos."

Este acto de amor y sacrificio es la clave para comprender el mensaje que la Virgen del Rosario del Pozo dejará en tu corazón.

Es un momento decisivo, un punto de inflexión en nuestra historia de fe. Es la oportunidad de restablecer el orden divino, de recordar que en el amor igual a sacrificio, encontramos la verdadera fuerza para vencer las dificultades y renovar nuestro compromiso con Dios y con nuestros hermanos.

No permitas que la rutina o las comodidades te alejen de esa verdad profunda. La fe requiere sacrificio, la esperanza requiere esfuerzo, y el amor requiere entrega total. Solo así podremos experimentar la verdadera transformación, esa que nos conecta con lo divino y nos llena de paz y esperanza.
 

Te esperamos para vivir juntos esta experiencia de fe, sacrificio y amor. Porque en la entrega sincera, en el esfuerzo constante, encontramos la verdadera llave para abrir los corazones y recibir la bendición que la Virgen del Rosario del Pozo tiene preparada este aniversario para cada uno de nosotros

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El lema “Ven y descubre... conecta tu conciencia en unión mística con lo divino”, nos invita a abrir nuestro corazón y nuestra alma a la presencia de Dios y de su Madre, la Virgen María, en nuestro día a día.

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Este llamado resuena profundamente con la enseñanza del tercer mensaje divulgado al mundo el 26 de abril de 1987, un mensaje que nos revela la importancia de estar atentos a los signos de los tiempos y de actuar con fe, esperanza y caridad. La Virgen nos invita a vivir en plena conciencia de su presencia, a conectar nuestra vida espiritual con lo divino, y a comprender la urgencia de nuestra conversión, especialmente en estos tiempos de tribulación.

Las profecías y las indicaciones que la Virgen compartió en aquel momento (26 abril de 1987) han sido reveladas y, con la gracia de Dios, muchas de ellas se han cumplido, confirmando la autenticidad y la urgencia de su mensaje. La vivencia de estos acontecimientos nos ayuda a entender que estamos llamados a estar presentes en este tiempo con un corazón abierto, dispuestos a acoger la misericordia de Dios y a seguir el camino que nos señala la Madre del Divino Amor.

Nos muestra que el momento de nuestra respuesta es ahora, en este preciso instante, porque la historia continúa escribiéndose y la protección de María es más necesaria que nunca.

Al acudir a esta cita con nuestra Madre, en el lugar que ella ha elegido para revelarse y bendecirnos, estamos participando en un acto de fe que trasciende lo meramente humano. Ella nos espera allí, con los brazos abiertos, lista para derramar muchas gracias sobre nosotros, para ofrecer su protección maternal y su ayuda en la comprensión de los misterios divinos. Nos invita a confiar en su intercesión, a vivir en oración constante y en unión con su Hijo, para que podamos afrontar con valor y serenidad los desafíos que se presentan en nuestro camino.

Este momento de encuentro con María, no solo es una oportunidad para fortalecer nuestra fe, sino también para abrir nuestros corazones a su mensaje de amor y misericordia. La Virgen nos anima a vivir en plenitud, en comunión con Dios, y a ser instrumentos de su paz en el mundo. La historia, las profecías y la presencia viva de María en medio de nosotros nos recuerdan que no estamos solos, que su protección y guía están siempre disponibles si confiamos en su maternal amor.

En conclusión, al vivir esta experiencia, recordemos que ella es nuestro refugio y nuestra esperanza. Que su presencia nos inspire a seguir adelante con fe firme, esperanza activa y caridad genuina.

Como nos invita la Biblia en Juan 14:27: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da."

Que esta paz, que solo Cristo y su Madre pueden ofrecer, llene nuestros corazones y nos prepare para vivir en la plenitud que Dios nos desea.

Ven, descubre, conecta tu conciencia con lo divino, y deja que la Virgen María derrame sus gracias sobre ti, guiándote siempre por el camino del amor, la verdad y la vida eterna.

Te esperamos en cuerpo, alma y entendimiento, este próximo domingo 25 de mayo de 2025. Allí podrás presentar a la Virgen del Rosario del Pozo, tus peticiones, para que Ella a su vez, se las presente a Su Amadísimo Hijo Jesús.

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El 25 de mayo de 1953 fue un día que quedó grabado en la historia como un llamado divino, una manifestación clara de que la presencia de la Virgen estuvo y sigue entre nosotros y que su misión es guiarnos en medio de tiempos de confusión, oscuridad e indiferencia espiritual. Pero ahora, en este momento crucial, esa misma presencia nos llama a responder con acción consciente y decidida.

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La Virgen no nos ha dejado solos. Ella nos invita a ser parte activa de su misión, a convertirnos en instrumentos de luz en un mundo que clama por restitución, definición del verdadero Camino hacia al Padre,  esperanza, fe  y amor.

La verdadera respuesta a estos milagros y señales no es solo admirarlos, sino integrarlos en nuestra vida diaria, en nuestro corazón, en nuestro compromiso con la transformación personal y colectiva.

El primer paso es simple pero poderoso: ¡está en tu mano decir presente mañana domingo 25 de mayo  en el Santuario!

Allí, con  la presencia  de la Virgen del Pozo,  podremos abrir nuestro corazón y dejar que Ella nos guíe. Es en ese encuentro, en esa oracióny petición sincera, donde podemos recibir la formación que necesitamos para convertirnos en verdaderos «faros de luz» en estos tiempos de incertidumbre.

La invitación es clara: responde a este llamado divino con fe activa,no solo filosófica sino de acción que de frutos para Dios.

Participa, ora, canta, escucha, medita, comparte  y permite que la Virgen te transforme desde adentro. Ella nos invita a ser parte de una misión mayor, a ser luces en medio de la oscuridad, a mostrar con nuestras acciones que su presencia vive en nosotros y que estamos dispuestos a seguir su ejemplo.

No basta con ser espectadores; debemos ser actores conscientes y comprometidos. La Virgen nos pide que nos pongamos en marcha, que nos dejemos formar en su amor y que, desde esa formación, seamos faros de esperanza, paz y misericordia en nuestro entorno.

Este es un momento histórico, una oportunidad única para reafirmar nuestra fe y nuestro compromiso.

Vamos a responder con determinación, fe  y amor!

Te esperamos mañana en el Santuario para unirnos en presencia de la Virgen, dejar que Ella nos modele y nos envíe a llevar su luz a todos los rincones de nuestra realidad.

Porque solo así, en unión y acción, podremos cumplir la misión que nos ha sido confiada: ser verdaderos hijos de Dios, testigos vivos del amor divino en medio de un mundo que tanto necesita de esa luz.

Propósito y vigencia del pedido de la Santísima Virgen del Rosario del Pozo

En 1953, la Santísima Virgen del Rosario del Pozo se manifestó con un mensaje que busca promover una profunda transformación espiritual en la humanidad, centrada en el camino de la restitución. Este concepto de restitución se presenta como la verdadera renovación del corazón humano, no como una simple palabra, sino como una vivencia diaria y auténtica del mensaje de Jesucristo. La Virgen invita a todos los creyentes a retornar a la verdadera senda, a través de una conversión sincera y comprometida, que implique cambios profundos en la vida cotidiana, en la actitud y en la espiritualidad de cada uno.

El propósito principal del mensaje es formar una nueva estirpe de hombres y mujeres que, mediante la restitución, puedan prepararse para la venida del Hijo de Dios, Jesucristo.

La restitución significa volver al origen de todo, a la fuente verdadera de vida espiritual, y requiere que cada individuo se transforme interiormente, conozca la profundidad y la esencia del mundo espiritual que María desea mostrarles. La Virgen nos llama a nacer de nuevo en la fe, en la penitencia, en la virtud y en el sacrificio, elementos que caracterizan la vida de los santos y que deben ser la norma para todos los creyentes que desean vivir en unión con Dios.

El mensaje también hace énfasis en que esta vida de restitución demanda un rechazo activo a las corrientes del mundo actual, que muchas veces van en contra de los valores del Evangelio. Los que deciden seguir este camino deben estar dispuestos a enfrentar duras pruebas y dificultades, pues la lucha espiritual requiere valentía y determinación.

La verdadera transformación exige que los fieles sean hombres con coraje espiritual, sin miedo, que confíen plenamente en la voluntad de Dios y en su misericordia.

Además, la Virgen pide a los fieles que se unan en oración, participen en los sacramentos y se entreguen con espíritu de sacrificio y penitencia. Solo así podrán abrirse a nuevas fuentes de santificación, que les permitan alcanzar la plenitud espiritual en la vida de la restitución. La esperanza de que esta transformación sea posible radica en la acción de la gracia divina, en la oración constante y en la participación activa en la vida sacramental.

En conclusión, el mensaje de la Virgen del Rosario del Pozo en 1953 tiene una vigencia eterna, pues llama a la humanidad a una auténtica conversión, a vivir en santidad y a prepararse espiritualmente.

La restitución es un camino de amor, sacrificio y fe que requiere compromiso, valentía y fe en Dios, con la esperanza de que, mediante la oración y la participación en los sacramentos, todos podamos alcanzar la plenitud y la santificación.
 

El mensaje de la Santísima Virgen del Rosario del Pozo en 1953 nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestra condición espiritual y a comprometernos con la verdadera restitución, que implica una transformación interior auténtica y constante.
En un mundo que muchas veces se aleja de los valores del Evangelio, este llamado se vuelve aún más urgente y vigente. La Virgen nos anima a ser valientes, a nadar en contra de la corriente, dejando atrás miedos y dudas, para abrirnos a la gracia de Dios y avanzar en nuestro camino espiritual. La participación en los sacramentos, la oración perseverante y el espíritu de sacrificio son esenciales para abrir nuevas fuentes de santificación y alcanzar la plenitud en Cristo. Solo así podremos prepararnos adecuadamente para la venida de nuestro Señor, viviendo una vida de verdadera conversión y compromiso con la voluntad divina.

La vigencia de este mensaje sigue siendo un llamado a la esperanza, la fe y la acción concreta, en la certeza de que Dios siempre nos acompaña en nuestro camino de restitución.

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Ven y descubre: un llamado a la introspección y a la santidad

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En un mundo cada vez más distraído y alejado de la espiritualidad, la invitación de la Virgen a "Ven y descubre" resuena con una profunda urgencia. Nos recuerda que, como seres humanos, somos la creación más única, irrepetible e inigualable de Dios. Cada uno de nosotros lleva en su interior un misterio divino que merece ser explorado con dedicación y amor. Este llamado no es superficial ni momentáneo; es una invitación a un proceso profundo de introspección, reflexión, meditación y acción, donde la virtud, la docilidad y la disposición espiritual juegan un papel esencial.

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Este proceso interior no puede dejarse para después, porque la prioridad en nuestra vida debe ser descubrir quiénes somos en Dios y qué propósito divino nos llama a cumplir. La Virgen nos invita a profundizar en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, quien nos guía hacia la santidad. La santidad, lejos de ser un ideal lejano, es una meta alcanzable para todos los que se abren sinceramente a la gracia. Como la Virgen María, debemos aspirar a la pureza, a la humildad y a la entrega total, caminando por la puerta estrecha que nos lleva a la gloria eterna.

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Este descubrimiento del misterio divino en nosotros requiere un esfuerzo consciente y constante. La meditación y la reflexión sobre la Palabra de Dios fortalecen nuestro espíritu y nos acercan más a su amor infinito. La oración y el estudio alimentan nuestra alma, mientras que la disposición a obrar en consecuencia nos transforma en verdaderos discípulos de Cristo. La virtud y la docilidad son las huellas que marcan nuestro camino, permitiéndonos escuchar la voz de Dios en nuestro interior y responder con fidelidad.

El llamado de la Virgen a "Ven y descubre" también implica una misión: convertir nuestro corazón en un faro de luz y esperanza para los demás. La alegría que proviene del amor divino debe ser compartida, motivando a otros a responder a esa misma invitación celestial. La verdadera felicidad y plenitud no se encuentran en las cosas materiales, sino en vivir en gracia y en comunión con Dios, llevando a otros a experimentar esa misma felicidad.

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En definitiva, descubrir el misterio de Dios en nosotros es una tarea que exige compromiso y valentía. Nos invita a abandonar la indiferencia y el egoísmo, a abrir nuestro corazón y a caminar con fe hacia la santidad. Solo así podremos responder verdaderamente al llamado de la Virgen y convertirnos en apóstoles santos que anuncian con alegría el amor infinito de Dios. "Ven y descubre" es mucho más que una invitación; es una oportunidad para transformar nuestra vida, para encontrar la verdadera razón de nuestro ser y para cumplir la misión que Dios nos confía.

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En un mundo marcado por la incertidumbre, confusión, los conflictos, la crisis social y la pérdida de valores, la presencia de la Virgen del Pozo se convierte en un faro de esperanza y un llamado urgente a la transformación interior y social.

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Ella, la llena de gracia y enviada por Dios, emerge como una madre amorosa que, en medio de la confusión y el miedo, nos invita a confiar en su mensaje de paz, confianza y esperanza. El mensaje de la Virgen del Pozo, “No tengan miedo”, no solo es un simple consuelo, sino una invitación profunda a abandonar el temor injustificado que nos paraliza y a abrir nuestro corazón a la presencia de Dios, obrando con fe que conlleva frutos. Ella  siempre nos acompañará y nos sostendrá en las dificultades y dudas.

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En la actualidad, muchas personas viven sumidas en una especie de apatía espiritual, resultado del egoísmo, la indiferencia y la desconexión con Dios. La cultura del miedo, alimentada por las crisis globales y personales, nos ha llevado a cerrar el corazón y a vivir en una especie de adormecimiento espiritual. La Virgen, como madre intercesora, aparece en medio de esta realidad como un instrumento divino que trae consigo la gracia de Dios para liberarnos de esa parálisis. Ella nos llama a confiar en su protección maternal y en la misericordia infinita de Dios.

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La aparición de la Virgen del Pozo y  sus mensajes, nos recuerda que no estamos solos y que, en medio del caos, podemos encontrar paz si depositamos nuestra confianza en Dios y en su amor.

Este mensaje mariano tiene una profunda raíz bíblica. En la Escritura, la frase “No tengas miedo” se repite en momentos cruciales para fortalecer la fe de los creyentes: en Lucas 1:30, el ángel le dice a María “No temas, porque has hallado gracia delante de Dios”, demostrando que la confianza en Dios supera cualquier temor; en Mateo 14:27, Jesús mismo dice a los discípulos “¡Ánimo! Soy yo, no tengan miedo”, llamándolos a abandonar sus miedos y confiar en la presencia divina en medio de las tempestades de la vida; y en Josué 1:9, Dios exhorta a su pueblo a no temer, asegurándoles que Él estará con ellos en cada paso.

La Virgen del Pozo, con su mensaje, retoma estas palabras divinas, reafirmando que su presencia es una fuente de esperanza y fortaleza en tiempos difíciles.

Ser instrumentos de la Virgen del Pozo en estos tiempos implica asumir una misión de gran trascendencia. Ella, la llena de gracia, nos llama a divulgar y vivir  su mensaje, a buscar la santidad y a ser testigos activos de su presencia en el mundo. Nuestro papel no es solo recibir su mensaje, sino también comunicarlo con valentía y amor a quienes más lo necesitan: los desesperados, los desconfiados, los indiferentes.

La Virgen nos invita a dejar atrás el egoísmo, la indiferencia y el pecado, que nos alejan de la verdadera vida en Cristo, y a abrir nuestros corazones a la misericordia y al amor divino. Solo así podremos construir una sociedad más justa, santa  y llena de paz, en la que prevalezca la justicia, la solidaridad y el amor.

En tiempos en que la humanidad necesita urgentemente volver a Dios, ser instrumentos de la Virgen del Pozo es una misión de gran importancia y trascendencia. Ella, enviada por Dios, nos proporciona la gracia necesaria para vencer el miedo y la indiferencia que nos paralizan. Nos llama a vivir con esperanza activa, confiando en la protección divina y en su intercesión materna. Al cumplir con su propósito, contribuimos a transformar nuestro entorno, a construir un mundo más justo y fraterno, y a acercarnos cada vez más a la santidad.

La Virgen del Pozo, como puente de gracia, nos recuerda que Dios nunca nos abandona y que, con su ayuda podemos superar cualquier obstáculo y vivir en plenitud la vida que Él nos ofrece.

Ven y descubramos el gran misterio que Dios tiene reservado para nosotros y forma parte del propósito por lo cual fuimos creados.

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